El árbol de la vida
Parte Uno
A
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nte los ojos de cualquier mortal, se imponía la majestuosidad
de la creación de Dios. Una acuarela de imágenes jamás antes vista. Los sonidos
de la tierra retumbaban con los trinos de aves quienes componían una sinfonía
que calmaba al propio corazón. En los bosques y valles, colinas, cerros y
montañas habitaban seres que estaban invisibles a los ojos de cualquier mortal,
estas resguardaban el cuidado del mismo.
Dios concedió a cada uno un cuidado especial, y mas
aun a una de sus hijas la más bella y hermosa. Esta ser de luz siempre llenaba
de colorido y fragancias el bosque. Con una alegría que cubría a todo ser que
se aproximara a ella. Los animales como insectos brindaban su respeto y cuidado
de la misma forma que esta lo hacia con los demás. Liebres, venados, zorzales,
gorriones, estás le rendían tributo cada vez que vagabundeaba en los senderos
de bosques y valles.
Ella vestía siempre con una fina ropa compuesta de
hojas adornadas con orquídeas y tulipanes, de nieva piel, de cabellera fina y
sedosa como pétalos de rosas, aromadas de margaritas. Su amor por era
incondicional para cualquiera quien la conociera, de carácter curiosa y debes
en cuando jocosa. Por las noches danzaba acompañada de luciérnagas y grillos,
cantaba canciones que solo ella sabia interpretarlos.
Dios siempre la mantuvo en sumo cuidado a esta hija
suya, era su alegría y fuerza de cada dia. Dios dijo – no existe mas alegría
mas hermosa y amor mas perenne que la de mis Ostara -. Y fue siempre asi Ostara
solía crearle sorpresas a Dios cuando este descendia a la tierra para hablar
junto a ella. Ostara le demostraba cada dia lo orgulloso que estaba de tener
una hija la cual el entrego el mas preciado cuidado, la primavera, como también
la fertibilidad.
A Dios siempre le preocupo el bienestar de Ostara
cuando este llegara a conocer a Caillech,
era uno de los hermanos de Ostara, este era un ser que cambiaba
constantemente de personalidad, de frio corazón y a veces, su figura de
Diosa-hada era de el cristal mas frio, se la conocía también como la madre de
todos o la del velo. Diosa de la enfermedad y la plaga, por su sangre corrían
sed de verle a Ostara siempre en la tristeza y oscuridad de su frio corazón.
Ahora bien, Ostara vivía bajo su inocencia, no tenia
dudas ni temores, y mas aun el odio no se forjaba en su corazón. La nobleza y
lealtad como respeto a su padre era los mas bello que habían visto los seres
del bosque. Sin embargo Caillech observaba a Ostara cada noche, refugiándose
bajo la oscuridad el bosque, no duraba mucho tiempo estando allí ya que
repudiaba ver tanta algarabía entre los demás seres. Caillech dijo – llegara un
momento en que Ostara sentirá lo mas doloroso de la propia soledad, su piel se
marchitara y los seres del bosque ni siquiera le brindaran homenaje ya que
estos de su alegría huirán.- sin embargo esto nunca paso ya que Dios estaba
prestando mucho cuidado a su hija.
Los mortales rendían tributo a Ostara cada mañana con
cantos que se fundían con flautas y tambores. Ostara las oia estando aun en lo
mas profundo del bosque. Un dia decidió ir hacia donde provenían tales
canticos. Mientras se dirigía al sitio colibríes tomaban su largo vestido para
que este no sea manchado, mientras águilas iban detrás de ella como custodios
por si algo malo se aproximara.
Uno de los animales que les acompañaba pregunto –
estas seguro que deseas ir a verlos, los mortales son violentos, y algunas
sin voluntad de amor puro- Y Ostara
contesto – solo miraremos y nada mas, además no pueden verme a no ser que yo
decida - Y asi siguieron su camino hasta
llegar al lugar. Ostara fijo su verdes ojos a los mortales quienes danzaban
tomados de las manos, con inciensos encendidos y flores adornándoles sus
vestimentas. Ostara sonrió y también se dispuso a danzar en la distancia como
los mortales, una gran alegría retumbaba en el bosque.
Dios vio tal cosa y sonrió diciendo – ¿A quien se le
puede negar tal tributo? – Dios descendió a la tierra y danzo junto a su hija,
los demás animales corrieron despavoridos ya que nunca tuvieron la oportunidad
de conocerlo, y mas aun en persona. Sin embargo nada pudo romper la magia del
padre y la hija. A Caillech la envidia solo le corroía el corazón, se
cuestionaba de por que su padre jamás le brindo tal fuerza, tal cariño, vivía
con la duda aferrada a su espalda como su propia sombra.
Un día Caillech recibió a su padre en su fría morada.
- ¿A que has venido padre? – dijo Caillech
Dios le contesto – Querido hijo vengo para saber que
temores y angustias inundan a tu ser, he notado que has observado mucho a
Ostara con recelo-
Caillech contesto – ¿Tu vienes a visitarme
demostrándome una inútil y desagradable compasión?, no tienes argumentos para
pedirme que te de explicación alguna a ello, ¿ o acaso lastime a Ostara?.
Dios respondió – No, no la haz lastimado, pero temo
que deseas hacerlo, mi amor por ti es igual la de tus demás hermanos, hija mia
estas sembrando ideas que no son correctas, ilusiones que son espejismos,
Ostara no tiene la culpa de nada ni tampoco te ha hecho daño alguno –
Caillech respondió – No
existe mas daño que la indiferencia que me has dado todo este tiempo, soy una
Diosa-hada y soy mucho mas que Ostara aun asi no me dejas opción padre –
Dios replico – Caillech, no cometas acciones cual arrepentimientos
te traigan mas tormentos, aligera tu carga, libérate de todo mal, nadie te hace
daño si tu lo no permites, tu misma te has hecho daño al cerrar tu corazón
hacia tus hermanos, Caillech escucha a tu corazón, eres sabia, y que la ira y
el tormento no te llene de ceguera. –
Caillech solo se sentó en su trono
respirando agitadamente, y las palabras de su padre le penetraban como dagas al
corazón. Una densa nube negra se cubría la morada de Caillech, fuertes ráfagas
de lluvia y viento caían en el sitio. Dios en la distancia observaba lo
ocurrido, teniendo fe de que su hija no cometería ningún atropello a su hermana
Ostara.
Ostara no sabia nada de lo acontecido de Caillech y su Padre, sin
embargo Caillech planeaba algo que ni el propio Dios imaginaba.
Caillech desapareció por años ante los ojos de su padre, se decía
que su propia ira la convirtió en un ser íntegramente de cristal frio, otros
argumentan que cambio de morada a una donde no llegaran los cantos de Ostara.
Sin embargo Caillech, fue a lo mas bajo de las ciudades frías infectadas de
oscuridad donde la lumbre no se molestaba en aparecer, las hierbas, flores y
valles jamás eran vistas ya que la nieve cubría toda vida verde que apareciese.
Los ríos y lagos permanecían congelados sin acceso a cualquier
mortal que quiera proveerse del vital liquido. Los mortales casaban fieras de
pieles para resguardarse de tal crueldad invernal, escondidos en sus casas
hechas de pino buscando un poco de calor en la hoguera. Esto a Caillech le
encantaba, la propia soledad de su ser y la de los mortales sin poder salir de sus
casas. Era como un instante de sosiego para tanto odio que contenía para
Ostara.
Dios estaba en sus aposentos observando a los mortales disfrutar de
tu rutinario dia, siempre le cautivo los sentimientos que estos entregaban a su
seres queridos, a veces con amor propio y otras veces con obligación de la
misma. Como una equivalencia de intercambio, pero de sentimientos.
Esto a veces no eran muy bien correspondidos, y cuando esto sucedía
era un ejemplo para la practica de la paciencia y amor hacia uno mismo. Cada
ciudad tenia su fiesta, su festín, y adoración a Dios de diferentes maneras,
ninguna sobrepasaba a contemplaciones exageradas.
Ostara y su padre asistieron en la distancia a una celebración en
donde los mortales danzaban y cantaban canticos mas que bellos, Ostara paso
casi toda la noche observándolos, mientras su padre decidía partir a sus
aposentos.
-Ostara, ya no estoy joven par estas cosas, iré a descansar, si no
te incomoda hija – dijo Dios
Ostara le respondió con un abrazo y sonrisa en los labios.
Ostara ya cansada de dispuso a descansar dentro de una madriguera en
donde las hierbas eran suaves, ahí estaban las liebres descansando, no duro
mucho y cayó en un profundo sueño.
Una fuerte briza fría cayó en los valles y bosques, una nube gris
comenzó a poblar las praderas y campos, las aves comenzaban a salvaguardarse de
los fríos vientos y la leve lluvia que luego comenzaba a caer cada vez más
fuerte.
Truenos y relámpagos inundaban a los pueblos, aldeanos de la zona
corrían despavoridos, y suplicando a Dios del porque tal castigo ya que siempre
le rendían tributo.
Vientos huracanados quebraban ramas de árboles y llevaba todo
aquello que encontraba a su paso sin discriminar a alguno.
Un mortal diviso en el bosque a un ser de apariencia transparente,
con ojos grises, noto que cada pisada que hacia dentro del bosque se marchitaba
las plantas. Este ser giro y miro al mortal fijamente a los ojos, y un escalofrió abrazo al haldeado sin poder
emitir grito alguno de socorro.
Ninguna estrella, ni luna alguna se podía divisar al observar el
cielo, solo nubes grises y relámpagos.
Esto acarrearía el desolado paisaje del bosque, sin cantos ni rituales de
celebración, las plantaciones de hortalizas estaban dañadas, los campos de trigo
devastados, nada sobrevivía ante este terrible temporal.
Un fuerte grito y llanto se oía en la distancia, los animales no
sabían a donde ir, Ostara despertaba de
su profundo sueño, oía el llanto de los animales y que estos corrían de aquí
para allá. Al salir de la madriguera observo que todo estaba destruido,
plantas, flores, frutas caídas en los senderos estos marchitos. Los arboles no
podían mantener ninguna hoja a salvo todo estaba marchito. Las flores algunas
muertas y otras como si alguien la hubiera arrancado de su propia raíz.
Nada había sobrevivido, en la distancia de divisaban aves migrando
hacia lugares cálidos, Ostara no entendía lo que pasaba, unas lagrimas sus ojos
forjaron mientras en su boca se depositaba en porque. Ostara corrió en los
valles todo era igual, nada había quedado con vida, las plagas que jamás había
visto se imponían ante sus ojos. Los peces habían muerto solo algunos estaban
nadando el los ríos y lagos, Ostara deposito sus manos y sintió que las
cristalinas aguas estaban frías.
El vestido de Ostara se había marchitado, su piel comenzaba a tener
tonalidades diferentes, y sus ojos verdes cambiaron a marrón a causa de la
profunda tristeza que inundaba su corazón.
Cayo en llanto, buscando respuestas, invoco a su padre y este no
respondió a su llamado. Estaba sola sin ningún ser que sepa calmar su dudas.
Dios la observo en la distancia, no sabia como contener los llantos de su hija,
nunca pensó que esto ocurriría a Ostara. Fue a las tierras frias en donde
moraba Caillech, y este no le recibió.
Dios dijo – ¿Que te ha hecho
ella para que le quites su alegría?, no cometas mas errores que hagan olvidarte
como hija Caillech. Tu sabes bien que te amo, devuelve a tu hermana lo que le
has rebatado, te suplico, hija mia –.
Caillech respondió - ¿hija tuya?, dices que me amas, como puedes
amar si ni siquiera me has dado el amor que has dado a Ostara!. Tu padre, tu
eres el culpable del dolor de Ostara. ¿O acaso olvidas lo que me dijiste hace
muchos años?, nadie hace daño a nadie uno se hace daño a si mismo porque lo
permite. Padre no estoy para tus sermones, tú me hiciste, tú me creaste, tu
sentenciaste la vida de tu hija, yo solo agregue la realidad del sueño que vive
en su mundo.
Dios dijo – Sabes que te amo
Caillech, esto no es la manera de hacer las cosas, mirate eres una diosa, nadie
tiene comparación a tu belleza y sabiduría –
Caillech replico – ¿Amarme padre?, ¡cómo puedes hablarme de amor si
ni siquiera lo has demostrado conmigo! No eres la persona correcta para darme
sermones ni consejos, como ya te lo he dicho padre, perdóname si te dejo en el
olvido. Desde hoy ya no eres mi padre.
Caillech dio la espalda a su padre dirigiéndose a su aposento, Dios
cayó en lagrimas preguntándose del por qué tanta ira hacia su noble hermana.
Todo se volvió gris,
desolado, las hojas seguían cayendo y cada vez con mayor fuerza, no
había alegría en los campos ni en los valles, no cantos festivos. Dios tan solo
veía en la distancia, sin embargo abrigo su corazón con una esperanza para
Ostara, una en la cual ella seria participe, fue asi que Dios busco en los
sueños de Ostara los anhelos y sentimientos que alguna vez deseaba sentir.
Arrebatando todo a su paso Dios bajo junto a ella, - Ostara, hija
donde estas- y esta no se presento. Volvió a pronunciar su nombre y entre las
sombras se oia su voz quebrada.
-
Padre, no soy digna que me vieras en este estado –
-
Hija mia – dijo Dios – he venido para darte un obsequio maravilloso,
pero esto deberá comprometer a tu vida misma y tu formación misma del carácter.
Ostara salió de la sombras, casi desnuda, su atuendo de flores ya
casi no portaba en su delgado cuerpo.
Su padre la comprimió en un fuerte abrazo la cual traía calma a su
corazón. Dios tomo su mano y mirándole a los ojos le dijo – Hija he venido hasta
para informarte que al quinto dia de tu despertar de este otoño algo tendrás
frente a ti, sentirás lo mismo que aquellas mujeres humanas sienten, sentiras
el dolor y el amor mas puro que pueda existir. Comprenderás muchas cosas y
experimentaras la evolución, por ello deberás aprender a tener paciencia, a no
desesperarte.
Ostara la ansiedad la envolvía, sin embargo su padre le había dicho
que en el quinto dia. Tantas cosas inundaban su mente que no sabria que podría
ser aquello que en cinco días recibiría. Fue así que transcurrieron los días y
en el quinto dia en una noche fría y sin nubes, Ostara se encontraba descansando bajo hojas
secas, una pequeña brisa descendió y en ella una luz envolvió el lugar
depositando el obsequio.
Llegaban los primeros trinos de aves y lumbre a los ojos de Ostara,
quien con pereza se disponía a abrir sus ojos.
Comentarios
Gracias,por compartir parte de ti,en palabras,que quedan faltas a tan bella imaginación...